Puede una sociedad sobrevivir con funcionarios que se corrompan al primer sonido de las monedas, con jueces aterrados de miedo y con legisladores que se doblen ante las presiones de los intereses creados?
¿Puede una sociedad aspirar a una mejor vida cuando se rige por patrones corruptos, cuando no respeta la ley ni las prerrogativas de los demás, cuando no reconoce hasta dónde llegan sus derechos y dónde comienzan sus deberes?
¿Puede un pueblo soportar por mucho tiempo tener la cabeza baja ante el abuso y el escarnio?
Esos son los pensamientos que la algarabía electoral no quiere que analicemos, para que los candidatos puedan seguir con su cháchara, ausente de propuestas, cargada de insultos, y para que los poderes públicos sólo sirvan para cubrir las podredumbres de los nuevos potentados y seguirlos enriqueciendo a costa del pueblo.
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